sábado, 9 de junio de 2012

Era doxa

Hola. En la génesis, la mano vino cambiada. Porque la página iba a denominarse de otra manera. Iba a tener un nombre pretencioso: Doxa. No había dudas, era ese y no otro. Se ajustaba perfectamente a lo que pienso plasmar en este terrenito que acabo de okupar en el mundo virtual. Opinión. Tal el significado de doxa.
Exponer pareceres, sostener ideas, intentar refutar otras, exorcizar dudas existenciales, y demás relatividades humanas. Un poco de catarsis, pero usando de terapeuta a la pantalla. Ese es el norte de esta opera prima informática. ¿Las materias? Básicamente política, fútbol, derecho, sociedad. Por lo tanto, Doxa no estaba mal para alguien que se relaciona con las computadoras con un hola y chau. Planillas de texto e Internet. ¿Qué pasó entonces? Llegué tarde. Esa bella palabra griega, ya había sido utilizada y registrada por otra persona. Es decir que, si alguna pretensión de originalidad se había hecho presente en la mente de quien esto escribe, tuvo que ser desechada ante la evidencia de que alguien supo ser más original. O más veloz.
En consecuencia, y para bautizar a la criatura, tuve que recurrir a las musas que el frío de un sábado de junio por la noche suele espantar. El possense. Sí, lo se, la magra cuota de singularidad e innovación que me llevó hasta doxa, se consumió con ese único disparo. Pero lo cierto es que si existe un adjetivo que me califique, ese es possense.
Una publicidad de un banco, en los 90, rezaba que un buen nombre es lo más valioso que uno puede tener. Nunca le creí demasiado. Hoy estoy claramente en contra. ¿Es el nombre lo más valioso, lo más trascendente? Definitivamente no. El possense, entonces.
Allá vamos.

2 comentarios:

  1. Elegiste un nombre, y aunque no era el que buscabas en un principio no te equivoques y pienses que el tiempo le ganó a la creatividad. Escribí tranquilo y quienes te leen te van a dar el nombre que estás buscando.
    Suerte. Nos estamos leyendo.

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